En nuestro taller «Entender el Arte» os proponemos una forma diferente de acercarnos a él.
Este mes descubriremos por qué muchas personas se sienten indiferentes, o incluso molestas, frente a algunas obras de Arte Contemporáneo. ¿Alguna vez has sentido un cierto pudor de confesar que una exposición o una determinada obra no te dice nada? ¿O que en realidad te parece fea, o incluso horrible? ¿UN TIMO? ¿Te ha pasado a ti? Reconócelo, a ti sí.
Y, ¿sabes qué? Que a mí también. Pero es que, no sé tú, pero ¡yo soy artista profesional desde hace casi cuarenta años! ¿Cómo es posible entonces -me decía a mí mismo hace años- que no logre yo apreciar obras que han sido consideradas por la crítica, de manera unánime, como obras maestras?
Cuando tomé consciencia por primera vez de que en las grandes ferias y bienales, así como en determinadas galerías y museos, ni entendía ni disfrutaba de muchas de las obras expuestas, frecuentemente realizadas por reconocidos y cotizados artistas de moda, entré en crisis con mi vocación de pintor.
Naturalmente me culpaba a mí mismo, a la inconfesable certeza de ser un inculto, un pedante y un rancio. ¿Cómo me podía gustar mucho más la obra de autores antiguos, Velázquez y Murillo, de Sorolla, de Romero de Torres o de Zuloaga, que la de los modernos y avanzados Mark Rothko y Jackson Pollock, la de Roy Lichtenstein o la de Francis Bacon, la de Louise Bourgeois o la de Jeff Koons? Lo mío parecía que no iba a tener remedio, a no ser que me convirtiera también yo en artista contemporáneo; así que decidí ponerme a hacer instalaciones, performances y land art.
A partir de ahí me empezó a ir bien. Me incluían en todas las listas, las colecciones públicas y privadas compraban mis obras, las galerías las exhibían en ARCO y, en poco tiempo alcancé al estatus de joven promesa en una Sevilla que, en aquellos ochenta previos a la Expo-92, bullía de movida y modernidad.
Pero la fiesta no me duró mucho. Al poco tiempo empecé a sentirme a disgusto, a no sentirme honesto ni auténtico. Una mañana me levanté con la idea clara de que lo que a mí, lo que me producía verdadera satisfacción estética e intelectual no era ser “contemporáneo”, sino sentarme delante del caballete y pintar a partir de la contemplación poética del natural. Sencillamente.
Aquella toma de consciencia vino acompañada de una intuición: ¿qué pasaría si hiciera buena pintura al margen de las tendencias de moda?, ¿seguiría siendo posible situarme en el mercado del arte y vivir de ello? Me encerré en el taller para entregarme por completo a pintar y a estudiar. Me puse a explorar las técnicas de los grandes maestros del Renacimiento y del Barroco, a estudiar historia, filosofía, mitología, teoría del arte. ¡Necesitaba conocer y comprender tantas cosas!
La experiencia de ver cómo a partir de allí se cerraban ante mí las puertas del llamado “mundo del arte” hizo que se me cayera la venda de los ojos. Tras veinte años de entrega al estudio, apartado de los circuitos oficiales del arte se empezó a revelar en mi mente, con nitidez creciente, la comprensión de que la gigantesca parafernalia del llamado Arte Contemporáneo estaba orquestada por entidades y personas desconocidas, imbuidas de intereses políticos…y de otros más inconfesables.
De repente todas las palabras de la “conspiranoia” fueron apareciendo ante mí cargadas de sentido: servicios de inteligencia, sociedades secretas, globalización, ingeniería social…
Sin embargo, a pesar de ello, el Arte no podrá ser taponado por siempre, pues es el lenguaje esencial mediante el cual se comunican y se aman el alma y el tiempo. Quizás sea por eso por lo que llevo treinta años viviendo de mi pintura y mis cuadros laten, silenciosamente, repartidos por el mundo en innumerables colecciones particulares.
Alberto Donaire
¿Te atreves a acompañarnos en esta nueva aventura?
En este curso visitaremos juntos las exposiciones que se celebran estos días en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid:
1. Michael Schmidt. Fotografías 1965-2014
2. Kidlat Tahimik
3. Pedro G. Romero, Máquinas de trovar
4. Belkis Ayón, Colografías
¿Qué opinas tú de todo esto? ¿Te animas a compartir tus ideas y experiencias con nosotros?
Cuéntanoslo en los comentarios, nos encantará leerte.
Etiológicamente la palabra conspirar significa los que respiran juntos. Así pues, conspiremos, será todo un placer